domingo, 8 de noviembre de 2015

Eneas, de Troya a Roma

Por Andrea Vargas Achutegui, 1º Bachillerato

Hermes, -dijo Zeus- toma esta manzana y vete a Troya, en Frigia, donde está el pastor hijo de Príamo, que apacienta sus bueyes en el monte Ida, y dile: Paris, Zeus te ordena que, siendo hermoso y experto en asuntos amorosos, juzgues cuál de estas diosas es la más bella; y que la vencedora reciba la manzana como premio de este certamen”.

Rubens, El juicio de Paris. Óleo sobre lienzo, 1638, Museo del Prado

Las tres diosas desfilaron delante de Paris haciéndole promesas. Hera, esposa de Zeus, le prometió poder, riquezas y ser emperador de Asia; Atenea, diosa de la guerra, le prometió gloria en las guerras y sabiduría; Afrodita, diosa de la belleza y del amor, le prometió la mujer más bella del mundo según el criterio de Paris. Éste otorgó la manzana de oro a Afrodita, que desde ese momento fue la diosa más bella.

Afrodita, afrontando su promesa, hizo que Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta, se enamorase de Paris.

G. Hamilton, Venus presentando a Helena a Paris, 1782-84. Palazzo Braschi, Roma.

En cierta ocasión, Paris partió con una flota a Esparta, con la intención de traerse a Helena con él. Fue alojado durante nueve días en el palacio de Menelao y el décimo, como Menelao se había ido a Creta a presidir las exequias de su abuelo materno Catreo, Paris Alejandro convenció a Helena para que se escapara con él. Ella abandonó a su hija de nueve años, Hermíone y, llevándose la mayor parte de las riquezas, huyó con Paris de noche.

Helena de Troya. J.K. Harrison, 2003

Huyeron a Troya, donde Helena pasó a ser Helena de Troya. Cuando su marido, Melenao, supo de lo ocurrido, se tomó  la fuga como un secuestro y atacó Troya con un gran ejército, con la ayuda de su hermano Agamenón, Aquiles, el mejor guerrero griego, Ulises, y Áyax. Esto da el comienzo a la Guerra de Troya.

Aquiles vendando a Patroclo. Kílix de figuras rojas, 500 a. C., Staatliche Museen (Berlín)

Los griegos intentan tomar la ciudad durante diez años, pero los troyanos resisten. Paris mata a Aquiles con la ayuda de Apolo, clavándole una flecha en el talón, su único punto débil. Tras esto, los griegos idean un plan para conquistar Troya: construyen un enorme caballo de madera, lo dejan como ofrenda en las puertas de la ciudad y simulan su marcha escondiéndose en una isla cercana.


L. Corinth, El caballo de Troya. Óleo sobre lienzo, hacia 1900

Pero los troyanos ignoran que dentro del caballo se esconden los mejores soldados griegos. Los troyanos meten el caballo en la ciudad y hacen una gran celebración, tras lo cual la mayoría de ellos acaba ebria. Los griegos salen del caballo, abren las puertas de la ciudad, vuelve el resto de los griegos que penetran en Troya y la conquistan.

J.G. Trautmann, La caida de Troya. Col Duques de Baden, Karlsruhe, 1713-69.

Afrodita, madre de Eneas, avisa a su hijo a tiempo para que huya de la ciudad, ya que para él se había reservado un futuro. Eneas huyó con su padre Anquises y con su hijo Ascanio.
Vamos, amado padre, sube sobre mis espaldas: mis hombros soportarán la carga sin esfuerzo. Pase lo que pase, correremos el mismo peligro y común será nuestra salvación. El pequeño Ascanio sea mi acompañante, y que mi esposa siga mis pasos de lejos.”

F. Barocci, Eneas saliendo de Troya. Óleo sobre lienzo, 1589,  Galería Borghese, Roma.

En su periplo marino, Eneas llegó Cartago, en el norte de África, donde, conoce a la reina Dido, que está construyendo la ciudad, y vive con ella una historia de amor.


C. Lorrain, Vista de Cartago con Dido y Eneas saliendo a cazar. Óleo sobre lienzo, 1676, Kuntshalle, Hamburgo

Entonces Mercurio se le presenta y le dice:
¿Te dedicas tú, Eneas, ahora a fundar los cimientos de la altiva Cartago y a edificar la hermosa ciudad de tu amante? Ay, ¿te olvidas de tu reino y de tus asuntos? El mismísimo rey de los dioses me envía a ti desde el Olimpo y me ordena traerte a través de los aires estas órdenes: “¿qué tramas, o qué esperas malgastando tu tiempo en las tierras libias? Ten en consideración a Ascanio y las esperanzas de tu heredero, a quien se deben el reino de Italia y la tierra romana.

Christopher Marlowe, The tragedy of Dido. Londres, 1594.

Eneas abandona Cartago sin avisar a Dido. Ésta, cuando sabe lo ocurrido, se suicida.
Eneas desembarca en las costas de Italia, y allí, la Sibila de Cumas le indica el camino para bajar al inframundo, y cómo regresar después al mundo de los vivos.
Y tú, sacerdotisa sagrada, conocedora del porvenir, concédeme ―no pido reinos que no merezca mi destino― que se asienten en el Lacio los troyanos y los dioses errantes de Troya.”

Eneas y la Sibila de Cumas se disponen a montar en la barca de Caronte. Maestro de la Leyenda de Orfeo, ca. 1500.
Jan Brueghel el Viejo, Eneas y la sibila en el inframundo. Óleo sobre lienzo, 1600

Posteriormente, Eneas desembarca en Laurentio, en las costas del Lacio, cerca de la desembocadura del Tíber. La región era gobernada por el hijo de Fauno, Latino, que tenía una hija que se llamaba Lavinia, a la que Latino y Fauno habían prohibido que se casase con los pretendientes del lugar, ya que llegaría un extranjero que era el destinado a ser su esposo y señorear en el Lacio.

Mapa de los viajes de Eneas

Cuando llegó Eneas, Turno, pretendiente de Lavinia, se dispuso a declararle la guerra. Turno dirige a su gente y a la de otras tribus a la guerra contra los troyanos. Combatieron durante mucho tiempo en los campos del Lacio, ambos con sus respectivos aliados, e interviniendo también los dioses.  Finalmente Eneas hirió  a Turno en el muslo. Eneas, en su ardor guerrero, detiene su mano y vuelve los ojos: las súplicas de Turno ya habían empezado a doblegarlo y a hacerlo dudar pero, encendido por la rabia y una ira terrible, dice: “Tú, vistiendo esos despojos de los míos, ¿escaparás a mi espada? Palas, Palas es quien te inmola, y toma venganza en tu sangre malvada”. Dicho esto, hunde en su pecho la ardiente espada. El frío de la muerte afloja los miembros de Turno, y con un gemido se escapa su vida y se pierde entre las sombras.

Luca Giordano, Turno vencido por Eneas. Óleo sobre lienzo, 1688, Museo del Prado

Eneas se casó con Lavinia y fundó la ciudad de Lavinio. El hijo de Eneas, Ascanio, fundó la ciudad de Alba Longa, cuyo decimotercer rey, Numitor, fue destronado por su hermano Amulio.
La hija de Amulio, Rea Silva, fue obligada a ingresar en la orden de las Vestales, en la cual debe permanecer virgen un largo tiempo. Allí se queda encinta del dios Marte y nacen dos niños gemelos, Rómulo y Remo. Amulio ordenó que los gemelos fuesen asesinados, pero no fue así y fueron arrojados al Tíber en una cesta. El río llevó esta cesta hasta la orilla cerca de la colina de Palatino.

Rubens, Rómulo y Remo. Óleo sobre lienzo, 1618, Museos Capitolinos, Roma

Cuenta la fama que, al retirarse la escasa agua, dejando en seco el remanso donde los niños habían sido abandonados, una loba sedienta, desde los montes cercanos, encaminó sus pasos hacia donde se escuchaba el llanto infantil, y se mostró tan mansa que ofreció a los gemelos sus pechos y se puso a lamerles con su lengua.

Loba Capitolina. Bronce s. VI a.C. Museos Capitolinos, Roma

Cogió a los niños y los llevó a su guarida. Cuando la loba ya no podía alimentarlos lo suficiente, los niños empezaron a berrear. Un pastor, Fáustulo, los encontró y los llevó a su casa, donde él y su mujer los criaron como si fuesen hijos suyos, hasta que un día, cuando rondaban los 18 años, se enteraron de su origen. Tras esto, deciden marcharse a un lugar cercano y fundar allí su propia ciudad. Una vez hubieron elegido el lugar, debían decidir quién de los dos sería el rey. 

Decidieron que fuesen los dioses quienes eligiesen. El elegido fue Rómulo. Éste cogió un arado y abrió en la tierra un surco trazando los límites de la ciudad, y dijo: “Quien quiera que atraviese estas murallas sin permiso, será castigado.”

Más divulgada está la tradición de que Remo saltó los muros recién construidos y que Rómulo le dio muerte, increpándole con las siguientes palabras: “Así perezca todo el que se atreva a saltar mis murallas”.

Rómulo mata a Remo. Grabado del siglo XIX

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