El
Momento Histórico de la Vida de Cicerón
La época en que transcurre la vida de Cicerón es
una época muy convulsa de la historia interna de Roma: guerra civil entre Mario
y Sila, rebelión de los esclavos, lucha contra los piratas, guerra civil entre César
y Pompeyo conjuras violentas y asaltos al poder.
En este enrarecido ambiente Cicerón destacó no sólo como hombre de
pensamiento sino también como hombre de acción en defensa del estado y de sus
conciudadanos, porque -son palabras de Cicerón- la patria nos engendra y nos
educa no para que hagamos lo que nos plazca sino que se reserva para su
servicio lo más y lo mejor de nuestra alma, de nuestras cualidades naturales y
de nuestra inteligencia.
Digamos enseguida que Cicerón como escritor, como
intelectual fue un triunfador, el clásico por antonomasia de la prosa latina;
como político, por contra cosechó más fracasos que éxitos: partidario del
sistema republicano vio cómo éste se descomponía;
él mismo sufrió el exilio y, precisamente por su actividad política fue
brutalmente asesinado.
Vida de
Cicerón
Primera época de su vida
Marco Tulio Cicerón
nace en Arpinas, una pequeña ciudad situada a unos 25 kilómetros al sudeste de
Roma, en el año 106 a.C. en el seno de una familia ecuestre (clase media-alta acomodada),
y muere en el 43 a.C. De niño se traslada a Roma, donde recibe una sólida
formación retórica, jurídica y filosófica. Sirve en el ejército y con 25 años
inicia su actividad como abogado, pronunciando su primer discurso. En su
segundo discurso -Pro Sexto Roscio
Amerino- se enfrentó a Crisógono, todopoderoso liberto de Sila el dictador.
Temiendo las represalias de éste, abandona Roma y en Grecia completa su
formación en contacto con los oradores, filósofos y juristas más importantes de
su época.
Cursus Honorum:
su carrera política.
Los cargos públicos o magistraturas estaban
escalonadas: cuestor, edil, pretor y
cónsul. No se podía acceder a una
sin haber ejercido la anterior. Para cada cargo se necesitaba una edad mínima:
31, 37, 40 y 43 años respectivamente. Quien accede a una magistratura con la
edad legal mínima se dice que la ocupa suo
anno.
Ya de vuelta en Roma va ocupando suo anno todas las
magistraturas: es cuestor en Sicilia –precisamente los sicilianos le reclamarán
años más tarde para que actúe de abogado acusador contra Verres, que fue quien
le sucedió como cuestor en Sicilia-, es luego edil, más tarde pretor. Durante
la pretura demuestra ya su inclinación hacia Pompeyo en un discurso político (De
imperio Gnei Pompei) y en al año 63 a.C. alcanza la máxima magistratura: el
consulado. Siendo cónsul se produce un
hecho trascendente de la Historia de Roma: la conjuración de Catilina, un
intento de asalto violento al poder por parte de Catilina y otros nobles
arruinados con el favor de César. Cicerón
recibe del Senado el mandato de salvar el Estado. Desenmascara la conjura y
fustiga a los conjurados en cuatro celebérrimos discurso, las Catilinarias.
Cinco individuos social y políticamente relevantes son ejecutados sin proceso
legal.
El exilio
Por salvar la República fue aclamado por unos como pater patriae pero sus enemigos
políticos no cejaron y en el año 58 a.C. uno de ellos, Clodio, en calidad de
tribuno de la plebe promovió una ley Lex
Clodia de capite civis Romani por la que se condenaba al exilio y se
confiscaban los bienes de quien hubiera hecho ejecutar sin las debidas
garantías procesales a un ciudadano romano. Esta ley, que se aplicó
retroactivamente, estaba directamente encaminada contra Cicerón que tuvo que
marchar al destierro.
Vuelta del destierro y
últimos años de su vida
No estuvo mucho tiempo desterrado Cicerón. Mediante una moción y
con el apoyo de Pompeyo regresa a Roma y, alejado de la política activa, dedica
los últimos años de su vida a la elaboración de sus obras filosófica: De officiis, De Re Publica, De
legibus; y retóricas: De
oratore, Brutus, Orator. En la guerra civil que enfrenta
a César y Pompeyo (que enfrenta a la República con la dictadura y el poder
personal) Cicerón tomó partido por Pompeyo, por el perdedor. César tras la
victoria sobre Pompeyo le perdonó generosamente. Tras el asesinato de César,
Cicerón creyó -y erró- que se restauraría la vieja república, que para Cicerón
era sinónimo de grandeza y de libertad.
Marco Antonio, heredero político de César, al que Cicerón fustigó en sus
Filípicas le hizo matar. Cayó
asesinado a manos de los sicarios de Antonio y su cabeza y sus manos fueron
paseadas por el Foro.
En la vida de Cicerón, como vemos, se imbrican los nombres de
Sila, Catilina, César, Pompeyo, Marco Antonio,... En fin, la Historia de Roma. De sus
discursos, unos le encumbraron a la fama, las Verrinas; otros provocaron su exilio, las Catilinarias; y otros le condujeron a una muerte
ignominiosa, las Filípicas.
La vida de Cicerón, la obra de Cicerón y la Historia de Roma son tres
realidades que aparecen íntimamente trabadas.
En Segundo de Bachillerato vamos a traducir unos fragmentos de las Verrinas, concretamente de la segunda sesión del juicio, unos pasajes donde se relata cómo Verres torturó y crucificó a Gavio, ciudadano romano.